DOCUMENTAL Dirigido y producido por Amarante SETEM e Illa Bufarda. 90 minutos. Galiza, 2015

El mes pasado en nuestro artículo “Amancio Ortega: filántropo ante las cámaras, explotador tras ellas” repasamos algunos de los abusos cometidos por Zara y el grupo Inditex en sus fábricas brasileñas, país en el que la Fiscalía le impuso una multa por usar mano de obra esclava. En “Conflicto textil en Bangladesh” (enero 2014), hicimos lo propio con el país asiático. Y es que la información sobre las terribles prácticas deslocalizadas del gigante de la moda abundan en la web (si bien no en los grandes medios), pero pocas veces se analiza lo que tenemos de cerca.

Fíos Fóra (que en gallego significa «hilos fuera») sí lo hace. Para explicar qué es lo que refleja exactamente esta película, reproducimos el artículo «Las mujeres olvidadas que construyeron Inditex y levantaron el sector textil en Galicia», escrito por Ana Veiga para Gonzoo:

No es la primera vez que vemos lo hay tras las grandes –y medianas- marcas, pero quizá Fíos Fóra es el primer documental que nos muestra las condiciones abusivas del sector vistas desde cerca. «Habíamos hecho campañas para visibilizar las condiciones laborales tras la ropa barata (como pasa en marcas como Inditex o Primark) y sensibilizar a la ciudadanía de cómo los países asiáticos tienen que competir a la baja. Pero un día pensamos en hablar también de Galicia, donde el textil fue el sector puntero y donde Inditex está muy presente. Queríamos ver si la gente empatizaba más al verlo desde la cercanía», explica Nanda Couñago, directora de la asociación Amarante SETEM y coordinadora de Roupa Limpa.

Ella fue quien le propuso a la productora Illa Bufarda crear el documental, dentro del marco de su campaña para el consumo responsable de ropa, promovida desde Amarante. Y ahora se encuentran ha empezado la ronda de proyecciones; el estreno fue el 12 de noviembre pero ya planean más visionados, como por ejemplo el día 20 de noviembre en el Festival Internacional de Cine CINEUROPA, en Santiago de Compostela.

Nanda reconoce que esta película aborda la concienciación sobre el consumo responsable de la moda de una manera distinta a lo que habían hecho hasta ahora desde Amarante. Pero, aunque admite que hay una diferencia de contexto y condiciones en los casos de los países asiáticos y en las ciudades gallegas, se ratifica en que «salvando las distancias (en Galicia eran microtalleres y en Asia son fábricas que pueden llegar a las 1.000 personas), se puede hacer una extrapolación entre ambas situaciones».

La película, rodada en gallego y subtitulada en español e inglés, apuesta por la narración en primera persona de seis costureras siguiendo el estilo talking heads, personajes hablando a cámara y apenas sin acción. «Buscábamos una película de toque intimista que diera voz a esas mujeres», comenta Nanda. Se muestran de acuerdo sus creadoras, Adriana P. Villanueva y Sabela Iglesias, elegidas por Amarante por su estilo narrativo y porque quería expresamente que fuese una película hecha por mujeres.

Fíos Fóra no sorprende por su técnica pero sí por la valentía de esas seis trabajadoras de la confección, que se atreven a hablar donde las demás han callado. Una de ellas, María Graña, ex-costurera para marcas como Zara y ex-propietaria de un taller propio, reconoce: «Hace años quise organizar una protesta por las condiciones a las que nos sometían como talleres externos de grandes fábricas pero nadie me apoyó; la gente tenía miedo». Curiosamente, poco ha cambiado desde entonces y el miedo sigue haciendo mella; hecho que se percibe en la misma cinta documental por la interminable retahíla de iniciales cuyas voces cuentan de forma anónima cómo viven su trabajo en Inditex, Adolfo Domínguez o Etiem, entre otras.

Sus creadoras admiten que ese temor fue una de las mayores dificultades a la hora de rodar. «Llamamos a mucha gente para participar pero encontramos muchos NO, la mayoría por miedo a perder un trabajo del que depende toda su familia».

Explica Nanda que, a pesar de que «algunas mujeres nos contaron que empezaron a trabajar con 12 años, entrando en la fábrica a las 6 de la mañana, saliendo para al mediodía para ir a por agua para casa, para cuidar los animales, trabajar en el campo y volver de nuevo a la fábrica», les llamó la atención que «muchas de las entrevistadas no son conscientes de haber sido explotadas».

Tal es el caso de una de las protagonistas, Leonila Sánchez Portos (ex-costureira desde casa para Inditex), que comenta cabizbaja sobre Amancio Ortega: «Creo que fue una persona muy emprendedora porque, aunque estafara algo, tiene mucha presencia por todo el mundo y da trabajo por todos lados a mucha gente. Aunque no haga a nadie rico, y se haga rico él más que nadie, hay mucha gente que vive con algo gracias a él. Porque es mejor vivir con algo que sin nada».

En el film, también aparece representada la patronal en cuatro hombres: Alberto Rocha Guisande, secretario general del Cluster Galego do Sector Téxtil e Moda COINTEGA; Jesús Iglesias Vilariño, copropietario del taller de confección Rosa Neira; Abel Veiga, director de Internacionalización del IGAPE; y Javier Cañás, fundador de Caramelo y actual propietario de la marca Etiem Textil. Al mostrarles una serie noticias sobre los escándalos laborales del sector en Galicia, este último (Cañás) llega a afirmar que al final se van a otros países «porque aquí todo son pegas». Illa Bufarda aclara que «también ofrecimos a Inditex aparecer en el documental y dar su versión pero no quisieron participar».

El textil hoy en Galicia

Hoy en día, a penas queda la punta del iceberg que fue debido a la deslocalización a países con mano de obra barata. «Prácticamente ha desaparecido toda la producción y confección en Galicia y se ha llevado a Portugal, Marruecos, Asia… e incluso Europa del este: Rumanía, Bulgaria…, una zona que está también muy silenciada y que a veces tienen incluso salarios más bajos que las demás», comenta Nanda, que añade: «Creo que [las trabajadoras en esos países)]están un poco secuestradas; les dicen «no se produce aquí porque no es rentable» y o aceptáis las condiciones o nos marchamos. Eso fue lo que pasó aquí los últimos años y de hecho algunas mujeres comentan en el documental que seguían teniendo el mismo salario que hace 10 años. Y ahora aquí y allá siguen viviendo con esa espada de Damocles sobre la cabeza: tenemos que aguantar y resignarnos porque sino [las empresas] se irán».

Por eso, en su campaña piden salarios dignos y buenas condiciones laborales: «que no haya jornadas excesivamente largas o que no trabajen sin seguridad social». Nanda insiste en que hacer no solo es posible sino relativamente fácil. «Nosotros hicimos un cálculo solo para hacernos una idea, y sin tocar los márgenes de beneficio de las marcas, si se le duplica el salario a una trabajadora asiática, aumentaría el precio final de la prenda sólo en 5 céntimos».

En cambio, su propuesta no es esa, ya que sería un coste tan solo asumido por el consumidor, sino que promueva una nueva forma de ver la moda. «Evidentemente si producimos aquí a nivel local y pagamos salarios dignos, pagaremos realmente lo que cuesta la prenda, por lo que los precios serán más altos. Si compras una camiseta por 2, 3 o 4 euros, alguien no recibe un salario digno. Tendría que haber una concienciación seria de las personas consumidoras y, en vez de tener 50 prendas de ropa, tener menos pero sabiendo que no hay una explotación detrás de lo que tenemos».

Hace un año, el programa de radio Carne Cruda realizó un programa titulado «Descosiendo a Zara» en el que habla con dos de las trabajadoras que aparecen en el documental.

Meses antes, Marcos Pérez Pena escribió en eldiario.es un artículo titulado «El modelo textil gallego se reprodujo en otros países del mundo aprovechando situaciones de pobreza», en el que nos cuenta lo siguiente:

Amancio Ortega, el hombre más rico del mundo. La pasada semana muchos medios llevaban a un lugar destacado de sus portadas la noticia de que el propietario de Inditex había superado durante unas horas en la lista Forbes a Bill Gates como la persona con más capital del planeta. Esta noticia, leída casi como una competición deportiva o un motivo de orgullo nacional, vino a unirse a otras informaciones que desde los años noventa nos hablan del milagro económico del textil gallego y de la exitosa expansión internacional de empresas nacidas en Galicia que producen la mayor parte de sus prendas en talleres diseminados por todos los continentes, sobre todo Asia, pero también el este de Europa. Pocas veces estos análisis profundizan más y van a los orígenes de esta industria, que en las décadas anteriores se construyó con el trabajo de miles de trabajadoras en Galicia, de las costureras.

El documental Fíos Fóra (Hilos Fuera), realizado por Illa Bufarda (Sabela Iglesias y Adriana P. Villanueva) tras un encargo de la ONG Amarante Setem, pone el foco sobre una realidad invisibilizada, sumergida, sobre la que no existen cifras oficiales o certeras que permitan datar con exactitud su dimensión económica y social. Durante décadas miles de mujeres gallegas trabajaron para las (entonces más pequeñas) empresas gallegas del textil, con unas condiciones laborales precarias, por salarios muy reducidos y en una actividad que muchas veces ni siquiera adquiría el reconocimiento de constituir una profesión. Este trabajo femenino, al igual que otros (el hogar, la tierra…), no era un trabajo, era como mucho una ayuda económica que complementaba el salario ganado por el hombre de la casa.
Esta realidad, con una importancia capital en muchas comarcas gallegas, permanece silenciada y, en ocasiones se mantiene como un tema tabú, incluso en la actualidad, cuando la mayor parte de la actividad ha sido ya deslocalizada.

En las últimas dos décadas las empresas del textil concentran su producción en el sureste asiático, donde cientos de miles de personas (sobre todo mujeres) trabajan en condiciones muy precarias y por sueldos de miseria, como ha sido denunciado en varias ocasiones por los informes de la Campaña Ropa Limpia en la que participa Amarante Setem. No sólo se trata de Asia: Bulgaria, Ucrania, Macedonia, Croacia, Rumanía, Bosnia Herzegovina, Georgia, Moldavia, Eslovaquia, Turquía… reproducen el modelo. Países muy próximos (alguno incluso miembro de la UE) que funcionan como patio trasero de la industria textil, proporcionando mano de obra barata a las marcas y empresas de ropa de la Europa occidental. 50 años después, el modelo del textil gallego, construido sobre el trabajo precario de miles de costureras, se replica en todo el planeta.

Eso es lo que quiere poner de manifiesto Fíos Fóra. Visibilizar, por una parte, «el papel de las trabajadoras del textil en Galicia, su importancia en la construcción del sector, sus condiciones laborales y salariales y también la deslocalización que se produjo en los últimos años, con todo el impacto económico que tuvo», explica Nanda Couñago (Amarante Setem). Pero también quiere «analizar como ese modelo se externalizó y se reprodujo en otros países, aprovechando ciertas situaciones, como el difícil acceso de las mujeres al mercado laboral o las condiciones de pobreza o subdesarrollo, para aplicar las condiciones laborales y salariales tan bajas que se están reproduciendo país por país».

«Queremos dignificar el trabajo de las costureras, luchar contra esa situación de invisibilización», destaca. «Se habla mucho de la moda gallega, del éxito de muchas empresas y empresarios, comenzando evidentemente por Inditex. Pero nunca se ha hablado del trabajo de estas mujeres, de una economía a veces sumergida y otras no, porque también hubo numerosas cooperativas creadas en el rural, en muchas ocasiones con intermediación de curas», dice. «Se olvida que muchas de estas mujeres comenzaron a trabajar con 12 años, o que lo hicieron sin estar dadas de alta a la Seguridad Social, sin cotizar, o que las dieron de alta cuando ya llevaban muchos años trabajando», destaca Nanda Couñago. «Esa imagen de éxito de la moda gallega y de su proyección hacia el exterior sepultó las historias de millares de mujeres trabajadoras», concluye.

Couñago subraya la importancia del género en esta cuestión: «No había esa conciencia de mujer trabajadora y conciencia de clase. Había un parternalismo y una visión patriarcal que ni siquiera consideraba su trabajo y lo que por él ingresaban como un salario: era, en cambio, una ayuda para complementar el sueldo de los maridos. Intentaron crear sindicatos, y fue muy difícil. Las mujeres tenían una doble o triple tarea: el textil, cuidar de la casa y de los hijos y cuidar de las tierras, porque la mayoría eran mujeres del rural. Todo esto les dificultaba mucho organizarse».

Desde Amarante destacan las dificultades que encontraron a la hora de realizar el documental: «Nos llama la atención que siga siendo un tema tabú en muchas localidades. Hubo muchas mujeres que no quisieron participar en el documental y otras que sí participaron, pero de forma anónima». «Tuvimos dificultades con alguna empresa que no quiso participar, como Inditex o Adolfo Domínguez, que no suelen participar en este tipo de trabajos. Pero tuvimos más problemas con las trabajadoras», comenta.

Hubo también dificultades a la hora de encontrar datos sobre esta parte de la economía gallega. «Está tan invisibilizado el tema que ni siquiera existen datos oficiales de trabajadoras y sus condiciones. Tuvimos que tirar de otras fuentes, de investigaciones de la universidad. Es curioso que no haya información de la administración sobre este tema que fue tan importante», señala Couñago. En la película, además de las voces de las empresas que aceptaron participar, se pidió la opinión de los representantes de la administración, comenzando por la Xunta y el IGAPE. «De la parte institucional nos sorprendió su franqueza a la hora de aceptar con naturalidad o de justificar algunas de las cosas que han pasado o el modelo de producción de deslocalización», afirma la representante de Amarante.

«Esperamos que el documental sirva para valorizar el trabajo de las mujeres que aún están en activo en Galicia», explica. «No quisimos que la película fuera exagerada o victimista. La crítica es palpable, pero sutil, porque las propias mujeres así lo transmiten: ‘así fue mi vida y ya está’, suelen decir. Pero sí que te hace pensar y consigue que te hagas preguntas. Es muy significativo cuando las trabajadoras muestran su reacción al comprobar el precio en el que venden en las tiendas las prendas que ellas producen y por las que les pagan tan poco. Es algo que nos debe hacer reflexionar. El documental nos dejan la pregunta de ‘nosotros como consumidores y consumidoras que podemos hacer ante esto’», dice.

«Creo que lo más importante es como se liga esta historia a todo lo que está pasando en la actualidad, y ves que al final no han cambiado tantas cosas: se sigue perpetuando un modelo de explotación, enfocado sobre todo a las mujeres, que se siguen utilizando como mano de obra barata», añade. «En el documental se va a poder evidenciar esa esos paralelismo, esos hilos que unen lo que pasó aquí durante décadas y lo que está pasando en otros países. El modus operandi de estas empresas no ha cambiado apenas en los últimos 50 años, el modelo de producción del textil sigue siendo el mismo. Cambia la dimensión: en Galicia eran pequeños talleres, y en Asia son grandes espacios de megaproducción, pero la base, quien trabaja y en qué condiciones, sigue siendo la misma. El modelo, que fue tan exitoso para los empresarios y que tantos beneficios les reportó, se reproduce», concluye.

Iniciativa ante las autoridades europeas

La Campaña Ropa Limpia, que en España coordina SETEM, analiza el trato que 50 de las multinacionales más importantes de Europa, entre ellas Inditex, Desigual o Mango, les dan a sus trabajadoras, principalmente en el continente asiático. El informe concluía que la mayoría de las trabajadoras de la industria textil global no puede permitirse una vida digna, ya que no ganan más que 6 euros al día (con jornadas por encima de las 48 horas semanales) en una industria que mueve más de 34.000 millones de euros sólo en Europa.

Sin embargo, un informe publicado en junio de 2014 destacaba que la explotación laboral no se produce sólo en Asia, y que también en países europeos, algunos incluso pertenecientes a la UE, las mujeres que trabajan en estas factorías tienen unos salarios y unas condiciones laborales muy lejos de los niveles aceptables. En todos los países analizados, existe una gran diferencia entre el salario mínimo legal y el salario digno mínimo estimado. Esta diferencia es aún mayor en los países europeos que ofrecen mano de obra barata, por el coste más elevado de la vida en Europa. La campaña les exige a los Gobiernos de estos países y a las instituciones relevantes de la UE que aumenten inmediatamente el salario mínimo legal hasta por lo menos el 60% del promedio salarial nacional y que permitan una subida progresiva del salario mínimo legal hacia el salario digno estimado.

El informe revela que los salarios mínimos legales solamente cubren entre el 14% (Bulgaria, Ucrania y Macedonia) y el 36% (Croacia) de un salario digno básico. Y destaca que en muchos de estos países se emplea el sistema Lohn, por el cual las trabajadoras reciben las piezas precortadas, para ser cosidas y devueltas a Italia o Alemania, donde se terminan. De este modo, se aprovechan los bajos salarios de esta zona (que en muchos casos tienen una larga historia en el campo de la producción textil y cuentan con mano de obra altamente cualificada), pero se protegen las industrias propias y los beneficios de los territorios ricos.

«Con ese estudio se consiguió desmontar la idea de que los salarios de miseria se daban sólo en Asia. Están también en Europa, en países de la UE, al lado de nuestra casa», destaca Nanda Couñago. «Nuestra reivindicación se centra en conseguir salarios dignos para las trabajadoras. Estamos haciendo presión, en colaboración con europarlamentarias para intentar conseguir que se legisle en la UE sobre trazabilidad y sobre la posible violación de derechos laborales y derechos humanos por parte de las marcas. Queremos que se pueda sancionar a estas empresas europeas por la violación de los derechos humanos en otros países».

La Campaña Ropa Limpia pide que «se acabe con el mito de que pagar más por la ropa o proveerse en Europa garantiza unas condiciones laborales decentes». Y señala que «las marcas tienen que dar pasos claros y demostrar un compromiso real en su propia cadena de suministro para garantizar que todas las personas que trabajan para ellas, indistintamente del lugar en el que vivan, cobren un salario digno». «El trabajo textil está ligado muchas veces a procesos de empobrecimiento y no de desarrollo», concluye Couñago.

El documental se puede ver en la página web www.fiosfora.gal

En la web www.amarantesetem.org podemos información sobre la campaña por los sueldos justos a las trabajadoras y la concienciación sobre el verdadero valor de la ropa que llevamos

A finales de los años ochenta el sector textil y de la confección en Galiza experimentó una gran expansión. Nombres como Adolfo Domínguez, Caramelo o Roberto Verino son buena muestra del papel y de la visibilidad que la “moda gallega” alcanza en el conjunto del Estado. Pero será Zara —llamada Grupo Inditex después— la marca que mejor ejemplificará el “milagro” del textil en Galiza. El enorme crecimiento de esta compañía propiciará la gran expansión del sector textil en esta comunidad y, en concreto, la constitución de cooperativas y talleres de confección que trabajan para el gigante gallego.

La evolución del textil en las décadas de los 80 y 90 implicó una necesidad creciente de trabajos de manufactura. La estrategia del Grupo Inditex fue incentivar la constitución de industrias subcontratadas, talleres y cooperativas, bajo la promesa de que nunca les faltaría trabajo. Muchas mujeres trabajaban para Inditex, o alguna de sus subcontratas, en sus propias casas. Cuando fue necesario para el mayor crecimiento de la compañía, sus dirigentes impulsaron una red de cooperativas donde poder subcontratar una parte fundamental de la manufactura.

La estrategia del Grupo Inditex fue incentivar la constitución de industrias subcontratadas, talleres y cooperativas, bajo la promesa de que nunca les faltaría trabajo

Estas cooperativas, formadas fundamentalmente por mujeres del medio rural, surgieron a iniciativa de Inditex y otras grandes empresas del textil gallego bajo la promesa de una demanda de producción continua. El crecimiento de este tipo de sociedades fue a la par con la facturación del holding. De 1990 a 1995, la facturación pasó de 44.000 millones de pesetas a 183.000. En 1991 había 139 cooperativas de confección en Galiza, en 1997 eran 253. Todas aquellas promesas se esfumaron con el proceso de deslocalización de la producción a partir del año 2005 desde Galiza a países como Marruecos, Bangladesh o Turquía.

En el informe El sector textil y de la confección, de 2005, María del Vallejo Fernández Sanz y Estefanía Rodríguez González achacan el crecimiento del sector textil a varias razones, entre otras a la “consolidación de un tejido productivo que suministra básicamente mano de obra para la fabricación de un volumen creciente de producción”. Y afirman que la estructura en Galiza “presenta dos realidades empresariales: un grupo mayoritario de pequeñas y medianas empresas y de cooperativas -que suponen un 90% aproximadamente- que trabajan sobre todo como subcontratas, configurando la base del modelo productivo sectorial, y un grupo reducido de grandes empresas, protagonistas del empuje del sector, tanto a nivel nacional como internacional”.

Las cooperativas surgen por la necesidad de empresas como Inditex de asegurar la producción con un sistema de trabajo flexible, subcontratado y externalizado, con el que implementar el sistema just-in-time en un momento de gran competitividad y de cambios profundos en el mercado producidos por una globalización galopante que abre el mercado español al producto extranjero y viceversa. 

LA ECONOMÍA SUMERGIDA GALLEGA

En 1992, en plena expansión del modelo de la cooperativas de confección, un informe, encargado por la Asociación Textil de Galicia y elaborado por Kurt Salmon Associates, definía las características principales de las cooperativas gallegas. Entre otras señaló que eran cooperativas en las que no existía prácticamente mano de obra contratada, pequeñas, realizaban labores de manufactura y trabajaban para un único cliente y, de existir más, el principal concentraba más del 60% de la producción. A finales de los 90 ese modelo se expande: la carga de trabajo obliga a contratar personal, aunque con una gran eventualidad y un alto nivel de economía sumergida. Una gran parte del trabajo femenino se realiza en los propios hogares.

El crecimiento de la industria a finales de los 90 promueve un alto nivel de mano de obra sumergida, en gran parte femenina que realiza el trabajo en sus propios hogares

Las relaciones entre las empresas matrices y las cooperativas se establecen de forma individual y asimétrica, lo que les generaba una relación de dependencia que hacía muy difícil la negociación. El precio por prenda lo estipulaba la empresa y se pagaba por trabajo hecho. 

Es evidente que, para que las mujeres del entorno rural, con poca experiencia en la puesta en marcha de empresas, impulsaran las cooperativas, necesitaron el apoyo de determinados o líderes locales. Estos “actuaron de intermediarios entre las empresas, particularmente Zara, la Administración y las trabajadoras”, según escribió la profesora Montserrat Villarino Pérez en un artículo de 2009. 

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Inditex: el negocio no está en producir ropa

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Y LA PRODUCCIÓN SE FUE AL SUR

Si bien a lo largo de los años noventa la tendencia fue de aumento del trabajo de manufactura, a partir de 2005 se inicia un fuerte proceso de deslocalización del trabajo subcontratado en el rural gallego. Las cifras hablan por sí solas. De las 253 cooperativas que había en el año 1997 se pasa a unas 60 en 2006. Las características que hacían atractiva a Galiza décadas atrás se trasladan a otras regiones mundiales por la mejora en el transporte, las comunicaciones y los bajos salarios. Los talleres y cooperativas son incapaces de ser competitivos contra los bajos salarios de países del Sur, por sus propias características y por las exigencias cada vez mayores de la compañía que sostenía a la mayoría de estas: Inditex. 

El documental Fíos fóra (Illa Bufarda, 2015) se aproxima a la vida de las obreras gallegas de los talleres y cooperativas de confección desde los 80 hasta la época de la deslocalización. “Uno de los principales atrancos que encontramos en la elaboración del documental fue el miedo de las trabajadoras a hablar delante de cámara. Comprobamos que, aún hoy, a muchas mujeres les costaba admitir que trabajaban para Inditex. Proteger el anonimato fue fundamental para introducir entrevistas de personas que actualmente estuvieran en activo”, comenta Sabela Iglesias, una de las directoras. “El documental fue un encargo de la ONG Amarante-Setem, que quería abordar la problemática de la precariedad que crea el sector textil en otros países. Nosotras quisimos enfocarlo desde aquí, porque al empezar a investigar el papel de grandes empresas como Inditex, observamos que esa precariedad también se había dado aquí”, afirma Adriana P. Villanueva, otra de las directoras.

La deslocalización comenzó en 2005: de las 253 cooperativas que había en 1997 se pasa a unas 60 en 2006

El documental aborda el proceso de creación y destrucción de los talleres y las cooperativas de confección y nos enseña uno de los pilares sobre los que se levantó la empresa creada por Amancio Ortega: la subcontratación. “Las trabajadoras de las cooperativas no estaban contratadas por Inditex directamente. Esto es clave. La subcontratación provocó que personas autónomas se embarcasen en inversiones para comprar maquinaria y otras cosas por la promesa de tener trabajo durante mucho tiempo. Inditex no era quien hacía ese tipo de inversiones, sino que las hacían microempresas dependientes que actuaban al dictado de lo que la empresa matriz les pedía”, continúa Iglesias. “Hay cosas tremendas que nos contaban algunas personas —dice Villanueva—, como que hoy en día existen cooperativas que subsisten solo para pagar cotizaciones para la jubilación, ya que no obtienen beneficios”.

Muchos talleres empezaron a cerrar sus puertas a partir de 2004, la relación de exclusividad con determinadas empresas les pasa factura. “Cada vez empiezan a exigirles más a las cooperativas, en el documental lo refleja bien una de las mujeres, expropietaria de una cooperativa. Se sentía entre la espada y la pared por el nivel de exigencia que se veía obligada a cumplir ante Inditex y lo que les exigía a sus trabajadoras”, termina Iglesias.

En Galiza sobrevive el mito: el empresario campechano, el hombre hecho a sí mismo, el triunfador en el país donde otros muchos han fracasado… Sin embargo, una de las razones del triunfo de su modelo fue el de contar con la ventaja de una mano de obra mayoritariamente femenina dispuesta a la subcontratación. La constelación de empresas subcontratadas que se extendieron por el rural gallego gracias en buena parte a la expansión del Grupo se redujo radicalmente una vez que le fue posible desplazarse a otros territorios en los que la población está dispuesta a trabajar por salarios más bajos. La deslocalización fue fácil, ya que la clave del modelo sigue siendo la misma: la subcontratación.

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