La diputada en la Asamblea de Extremadura, Irene De Miguel, nos explica brevemente la situación actual del sector primario.
Alianzas entre consumidores y productores para paliar los problemas del campo
Por Arantxa Rochet
¿Hay soluciones a los problemas del campo? ¿Una relación más directa entre consumidor y productor podría servir para ayudar al sector agrario en un momento como el actual? Son muchas las voces que creen que sí y que llevan años impulsando iniciativas en este sentido, dentro y fuera de nuestras fronteras.
Aunque la problemática del sector agrario es muy compleja e incluye muchos más factores, abogar por canales cortos de distribución puede ayudar a llevar por el buen camino algunas de las reivindicaciones que, durante los últimos meses, agricultores y ganaderos han trasladado a las calles en sus movilizaciones por todo el país. Entre las demandas de los trabajadores del sector a las administraciones figura un sistema de seguros agrarios fuerte, impulsar un etiquetado claro y transparente, que se ofrezca apoyo al sector agrario… Pero uno de los más importantes tiene que ver con los precios a los que se pagan los productos agrícolas, que muchas veces están muy por debajo de los costes de producción.
Mínimo de intermediarios
Las claves de este modelo de relación más directa entre productor y consumidor son claras: un mínimo de intermediarios, o en ocasiones ninguno, un precio justo garantizado para los productores y alimentos sanos y con un origen comprobable para los consumidores, además de consumo de proximidad, lo que repercute en un menor impacto sobre el medio ambiente. “Algunos productos pasan por demasiadas manos y encarecen el precio más que el que los produce”, explica José Ramón Díaz, responsable de Organizaciones Interprofesionales y Cadena Agroalimentaria de ASAJA (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores).
En Madrid, además, la problemática es más compleja. A las oportunidades de tener cerca un centro de consumo tan grande como una ciudad hay que restarle el hecho de que el crecimiento del entorno urbano incide en los precios de la tierra, entre otros problemas. En la Comunidad hay 8.000 explotaciones agrarias y ganaderas, según datos de ASAJA Madrid, que ha destacado que muchos de los 179 pueblos de la región se dedican a la agricultura y la ganadería.

Iniciativas de consumidores y agricultores
Debido a ello, los agricultores, por un lado, y los consumidores, por otro, están acercando posturas en los últimos tiempos para intentar buscar alternativas a un modelo que está, en palabras de los agricultores, “estrangulando las explotaciones”. En la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) pusieron en marcha hace ya ocho años la Red ARCO (Agricultura de Responsabilidad Compartida), con la intención de crear un punto de encuentro entre las pequeñas explotaciones familiares de agricultores y los consumidores, para que entre ambas partes se establecieran relaciones estables y de confianza bajo el modelo de canales cortos de comercialización.
No es la única iniciativa en este sentido. En Madrid (y en el resto del Estado) existen desde hace años también grupos o cooperativas de consumo, en los que varias familias de un mismo barrio se unen para hacer pedidos directamente a productores de proximidad y agroecológicos. Muchos de ellos son autogestionados, por lo que el coste final del producto es menor que en el supermercado y se puede pagar un precio justo al productor, además de establecer vínculos más cercanos.
Sin embargo, en los próximos meses este tipo de iniciativas darán un salto cualitativo: bajo la misma filosofía, tres supermercados cooperativos, dos en Madrid capital y uno en Getafe, tienen previsto abrir sus puertas. La fórmula, aseguran, pasará por pagar un precio justo a los productores y basarse en “criterios de cercanía, sistema de producción, envasado y gestión energética y de productos utilizados, así como las relaciones laborales de nuestros productores” a la hora de elegir a los que serán sus proveedores, según resume Carlos Sánchez, socio y promotor de uno de estos supermercados, SuperCoop, que abrirá en pleno centro de la capital.

Amplia base social
Tanto SuperCoop como los otros dos proyectos madrileños, La Osa y BioLíbere, ya disponen de local y de una amplia base social. En este modelo, varias personas se agrupan, aportan dinero al capital social (100 euros) y trabajan de manera voluntaria tres horas al mes por el bien común de la cooperativa.
En el caso de SuperCoop, ubicado en la última planta del Mercado de San Fernando de Lavapiés, cuenta ya con 750 socios y esperan llegar pronto a las 1.500 personas, lo que les permitirá alcanzar la sostenibilidad económica. En el mismo camino están La Osa (en el barrio de La Ventilla) y Bíolibere (en Getafe). Estas iniciativas, que surgieron en 2018 en el marco de la plataforma Mares, promovida por el anterior equipo del Ayuntamiento de Madrid, están alineadas con los postulados de la Agenda 2030 de la Unión Europea, y buscan, en palabras de Carlos Sánchez, obtener la “soberanía alimentaria” y acceder a una oferta “completa de alimentos saludables, ecológicos y de calidad”, producidos sin químicos ni pesticidas, a un precio “asequible y justo”. Además, destacan la importancia de la proximidad de los productos: “Vender garbanzos o lentejas producidas a 6.000km de distancia es insostenible tanto a nivel ambiental como en términos laborales”.
Para el responsable de la Cadena Alimentaria de COAG, Andoni García, son “iniciativas muy interesantes” porque a los agricultores les aseguran un precio justo y una estabilidad, además de la ya comentada relación directa con el consumidor. José Ramón Díaz, por su parte, considera que “toda iniciativa es bienvenida”, aunque cree que llegará a un segmento muy pequeño de la población y que la mayoría va a seguir siendo comercio tradicional o la distribución comercial como se entiende hoy en día. “Una gota de agua no se nota en el océano. Habría que ver cuánto representa de la producción de Madrid y qué volumen representa respecto al consumo”, explica.
Andoni García opina sin embargo que, más allá del porcentaje que pueda representar, “la importancia es total” en tanto en cuanto permite la supervivencia de agricultores que en el mercado convencional no podrían salir adelante. Además, estos canales de relación directa con los consumidores posibilitan más fácilmente la incorporación de personas jóvenes y mujeres al sector agrario porque la inversión inicial es menor: “Hay muchos jóvenes que se incorporan de esta forma, y ahí está la importancia. Más que la cantidad, lo que importa es la alternativa que se está generando”.
Una alternativa que, para Carlos Sánchez, “Es un gran paso para comenzar a cambiar las formas de producción, eliminando las cadenas de especulación de precios y el abuso que sufren los pequeños productores, que son quienes mantienen el medio rural y la diversidad”.
Pequeños productores en Madrid
Es el caso de Pablo Martínez, quien puso en marcha hace diez años Huerta la Madre Vieja, un proyecto que cuenta con 3,5 hectáreas de terreno en el municipio madrileño de Ciempozuelos. Bajo los principios de la agroecología, sin usar abonos ni pesticidas de síntesis, cultiva verduras y frutas de temporada y evita al máximo los intermediarios. Según él, los grupos de consumo vecinales “son básicos para los comienzos, si no, no habría manera de sacar esto adelante”.
Ahora, al calor de los proyectos de supermercados cooperativos, se ha unido junto con otros cuatro pequeños proyectos agrarios para crear la Unión de Huertas Agroecológicas de Madrid. Su objetivo: presentar una oferta conjunta a estos supermercados, en concreto a SuperCoop y La Osa. “Este tipo de modelos me ofrecen mucha más confianza y cercanía. La gente va previamente concienciada y sabe el trabajo que supone” el campo, explica. Además, “está dispuesta a pagar por un producto de calidad como es el nuestro”.
Este modelo de supermercados cooperativos no es nuevo. En 1973 abrió en Brooklyn (Nueva York) Park Slope Coop, que cuenta con 17.000 socios y 80 puestos de trabajo. Inspirado en este, en 2016 se abrió La Louve, en París. Desde entonces, han surgido iniciativas en diferentes ciudades europeas. Según COAG, en Francia un 20% de los agricultores forman parte de proyectos de relación directa con el consumidor. En nuestro país no existe una cuantificación oficial, pero Andoni García asegura que estas iniciativas van en línea con la reivindicación de una política alimentaria común en Europa y que tenderán a aumentar. “Está abriéndose en Europa un camino para que todas estas iniciativas tengan un arrope político y apoyo institucional.”
Pero, de momento, y según COAG, no existe un apoyo específico desde las instituciones españolas. “Todas estas iniciativas no han tenido un apoyo público expreso. Están siendo impulsadas con un esfuerzo grandísimo por parte de los agricultores y de los consumidores”, asegura García.
Esta afirmación es fácil de comprobar. SuperCoop, La Osa y Biolíbere han tenido que acudir a modelos de financiación colectiva (crowdfunding) para poder hacer frente a los gastos que supone equipar el supermercado o mantener el alquiler de un local. Mientras los dos últimos han conseguido recaudar 36.000 y 14.000 euros, respectivamente, el primero se encuentra actualmente inmerso en ese proceso de financiación en la plataforma Goteo, con el fin de conseguir abrir sus puertas en los próximos meses.
“Esperamos que en el marco del nuevo gobierno se les dé la importancia que tienen porque son oportunidades claras para los agricultores y al mismo tiempo tienen una demanda muy grande de los consumidores”, asegura Andoni García. “A largo plazo puede ser el camino”, se muestra de acuerdo el representante de ASAJA.